Continuación de la columna anterior. Espero que sea de su agrado, desde ya muchas gracias por leer y aún más por comentar. Nos leemos (=
A finales de Febrero, caminando por parque forestal, una silueta extraña se acerca a paso lento. Una sonrisa. Respondo en forma automática y de paso una pregunta: ¿Quieres que te lea el tarot?... “De Mayo no pasas soltero”… Recuerdo esa frase y en este momento, tiene más sentido que nunca.
Ante mi sorpresa y nula respuesta, me vuelve a preguntar: “¿Tienes Facebook o msn o correo?”. Reacciono, doy un sí y en religiosa ceremonia me pasa su celular para que anote los datos necesarios. Mierda, los nervios me mezclaron las teclas y en un intento por no parecer tan aweonao saqué lápiz y papel, y escribí lo pedido con letra lo más legible posible (debo aclarar que mi gramática apesta).
“¿Es para ti?”. Pregunté tarde y casi ya sin ningún sentido. Le pasé el papel. “No, no, es para otra persona que te quiere conocer”. Y justo en ese momento se me cae el mundo. Yo, el fiel servidor de la vaguería, el que no da un paso sin antes pensar, estaba dando mis “datos personales” a un desconocido para otro doblemente desconocido. ¿En qué pensamos cuando actuamos de esa forma?, ¿Será morbo?, ¿Un desafío personal? O ¿acaso llegamos a un punto en nuestras jóvenes vidas que simplemente ante la sensación de soledad, arriesgamos todo para evitarla? Cerré los ojos y pedí a mi dulce y cruel destino que no fuera “tan” mala la situación y sus futuras consecuencias.
Y al parecer, esta vez como siempre, la vida nos tiene una sorpresa…
Vuelvo a mi casa, una ducha rápida y me siento a esperar frente a mi fiel y amada pantalla a ver qué sucedería. Pasa el segundo, unos cuantos minutos, las horas. ¿Llegó a destino el papel?, ¿Lo habrá perdido? Sin darme cuenta se pasa el día. Nada nuevo. El siguiente, y el siguiente y el siguiente.
Cuando vuelvo a la rutina de mis días, y por simple monotonía abro internet y lo de siempre: Correos electrónicos, algunos videos en línea y por último Facebook. Petición de amistad. Dolor estomacal. De verdad que no fue mala mi impulsividad. Aceptar invitación.
“-Hola…”
De eso ya 3 meses y una relación que cambio todo y me cambio todo: mi estilo de vida, mi familia, mis amigos y a mí. No, no es que lleguemos a un punto en que la desesperanza nos agobia hasta exponernos al riesgo máximo. Es simplemente que confiamos, después de un largo y triste proceso, volvemos a confiar en nosotros mismos y en los demás; y creo que esta vez, la gitana y su cuota de confianza (o suerte) me cambiaron la vida.